No seas tú mismo, sé mejor.
Eran las 3:30 de la madrugada del 11 de marzo del 2008. Salía de trabajar en “el peixet” donde destripaba, descamaba y cocinaba pescado fresco.
Salía corriendo a penas podía para ver si alcanzaba a tomar el último metro a casa, sino tenía que caminar unos 40 minutos y en esa zona a esa hora no era para nada una buena idea.
Ese día en particular me sentía cansado, es más, se podría decir que estaba derrotado. No porque el trabajo fuera difícil ni mucho menos – Siempre me ha encantado cocinar – era porque era un “sudaca” en Barcelona que tenía que doblarse en trabajo para poder pagar sus estudios y las dueñas de ese restaurante eran por decirlo de una manera elegante unas hijas de #$%& conmigo.
Buscaba el lugar más solo en el metro, no quería molestar a los pocos pasajeros, yo era perfectamente consciente que apestaba a pescado.
Ese día me senté en el suelo de la parte trasera del vagón, desde el otro extremo, un señor de unos 70 años me miró y me dijo en voz alta: “en tiempos de crisis hay dos tipos de personas, los que lloran y los que venden pañuelos” yo levanté la mirada, sonreí y le contesté “a dos euros el paquete y 3 paquetes por 5 euros”.
El 12 de marzo a las 11 de la mañana renuncié al Peixet, me subí en el metro y me senté en el paseo del puerto olímpico de Barcelona. Me prometí a mi mismo que jamás me volvería a sentir derrotado y desde entonces solo trabajo en fortalecer mi “fábrica de pañuelos”.
No nos dejemos convencer de nadie y mucho menos de nosotros mismos que debemos aceptarnos tal y como somos. Todos, absolutamente todos tenemos nuestra propia “fábrica de pañuelos” solo que a veces necesitamos que una voz experimentada nos grite desde el otro extremo de un tren que enfrentemos nuestros retos y dejemos de ser nosotros mismos para convertirnos en nuestra mejor versión.